
Lo más doloroso es perderte en el proceso de amar alguien demasiado, y olvidando que tú también eres especial.
– Ernest Hemingway
SalĂ del área de la bahĂa. Me fui pensando que necesitaba encontrar una manera de no ser alguien que confĂa en las personas tan fácilmente, que se inclina tan dispuesto a hacer felices a las personas y que les da a las personas una segunda, tercera y cuarta oportunidad. PensĂ© que esas cosas eran debilidades que me dejaban demasiado vulnerable y muy fácilmente herido. Vine a Costa Rica para escapar del ciclo, tomar un descanso de mi vida y descubrir cĂłmo convertirme en una persona más fuerte.
LleguĂ© a un pequeño pueblo en la costa del PacĂfico de Guanacaste. CorrĂ por la playa, nadĂ© en las cálidas aguas del ocĂ©ano y dejĂ© que el sol sanara mi corazĂłn roto. Pero despuĂ©s de unas semanas necesitaba hacer algo para llenar los espacios vacĂos que todavĂa estaban allĂ. Necesitaba sentir algo nuevo. HojeĂ© mi guĂa y encontrĂ© la secciĂłn del Cerro ChirripĂł. Dijo que a la mayorĂa de las personas les tomarĂa de dos a tres dĂas escalar ChirripĂł, la montaña más alta de Costa Rica, quedándose en un campamento base a cinco kilĂłmetros de la cumbre. DecidĂ correr hacia arriba y hacia abajo, ChirripĂł en un solo dĂa.
Todo el sendero, ida y vuelta, serĂa de 40 kilĂłmetros. GanarĂa 3.000 metros de elevaciĂłn solo en el ascenso. Y la cumbre estaba a 3.820 metros.
HabĂa estado corriendo al nivel del mar durante semanas, y el calor habĂa mantenido mis carreras en el lado corto. Claro, habĂa escalado algunas colinas en Guanacaste, pero no llamarĂa a eso “entrenamiento” para este desafĂo en particular. E incluso antes de venir a Costa Rica, lo más lejos que habĂa corrido en un año, tal vez, fueron quince millas. Pero nada de eso importĂł.
Unos dĂas despuĂ©s, alquilĂ© un automĂłvil y conduje hasta San Gerarldo de Rivas, donde habĂa reservado una habitaciĂłn en un pequeño hotel. UtilicĂ© todo el español que conocĂa para finalmente encontrar la Oficina del Parque Nacional ChirripĂł para obtener un pase para ingresar al parque. Y esa noche me fui a la cama a las 7 de la tarde, escuchando el ruido de la lluvia, y luego cayendo sobre el techo mientras pasaba una tormenta. Me despertĂ© alrededor de la medianoche e hice un poco de cafĂ© instantáneo, comĂ unas galletas y tratĂ© de descansar un poco más. A la 1 de la madrugada me vestĂ y salĂ a la calle. DespuĂ©s de unos pasos del hotel, la oscuridad me envolviĂł.
Aprendiendo el idioma de las montañas
Al subir la colina aĂşn podĂa ver destellos de relámpagos en la distancia. El camino estaba embarrado. Muy fangoso. Solo podĂa ver unos pocos pies frente a mĂ, por lo que era casi imposible elegir el lado menos resbaladizo del sendero cuando comencĂ© a caminar cuesta arriba por la montaña. Me resbalĂ© por todo el lugar. DarĂa unos pasos y luego tendrĂa que dar la vuelta para llegar al lado más alto del sendero para evitar charcos de lodo intransitables. Llamar a esta primera parte de la ejecuciĂłn “lento” serĂa un eufemismo. Pronto me cubrĂ de barro.
Cada kilĂłmetro en el sendero ChirripĂł está marcado. Estoy seguro de que pensaron que era una gran idea, pero lo odiaba. Esos fueron los kilĂłmetros más largos de la historia. Y nunca podrĂa olvidar lo lejos que aĂşn tenĂa que llegar. QuerĂa regresar QuerĂa volver a la cama. Yo querĂa ver televisiĂłn. ComĂ algunos frijoles deportivos, bebĂ un poco de agua y seguĂ. Me dije
Lo Ăşnico que tengo que hacer hoy es seguir avanzando.
Un dĂa entero con solo una cosa que hacer. Nadie me esperaba. No tenĂa otro lugar donde estar excepto en ese sendero que ponĂa un pie delante del otro. SeguĂ avanzando.
Ya estaba por encima de la lĂnea de árboles cuando el sol comenzĂł a salir y los sonidos de los pájaros llenaron el aire. Aunque estaba bastante alto en este punto (8,000 pies más o menos), la carrera fue más fácil. Estaba seco y ondulado, en lugar de fangoso y empinado. En realidad, fue la mejor carrera de todo el dĂa, hasta que lleguĂ© a la Ăşltima gran escalada antes del campamento base. Cuando comencĂ©, me empezĂł a doler la cabeza. TomĂ© un poco de advil, bebĂ un poco de agua y comĂ algunas papas y galletas. No habĂa estado en elevaciĂłn en semanas, pero no habĂa tenido mal de altura en años.
Esa Ăşltima subida fue mortal y en la cima estás por encima de los 10,000 pies y puedes sentir cada pie de elevaciĂłn. Incluso si no tiene dolor de cabeza, el aire es escaso y la respiraciĂłn es difĂcil. Estaba empezando a sentirme mareado. Lo Ăşnico que tenĂa que hacer era seguir avanzando.
Los Ăşltimos cinco kilĂłmetros del camino a la cumbre son hermosos. Sus pendientes son suaves y sigue un pequeño arroyo por un camino. CorrĂ un poco, pero mi equilibrio era inestable y todavĂa me dolĂa la cabeza. Tuve momentos de mareo. SeguĂ avanzando al ritmo más rápido que pude: lentamente.
Un vistazo desde la montaña más alta de las Américas
Finalmente lleguĂ© a la cima de una colina y vi el pico, una bandera costarricense ondeando en la cima. En ese momento habĂa otras personas en el camino que comenzaron esa mañana desde el campamento base. Un grupo de los Estados Unidos que regresaba me asegurĂł que no tenĂa que ir muy lejos. Estoy seguro de que parecĂa demacrado. No habĂa tenido una noche para aclimatarme a la altitud y ya habĂa estado en el camino por más de 6 horas. BebĂ un poco de agua y seguĂ avanzando.
La subida a la cumbre es una pequeña y empinada lucha. Quizás segunda clase. ÂżPor quĂ© estaba usando mis manos para estabilizarme? ¡Soy un escalador! Pero en este punto me estaba volviendo más mareado e inestable. “Está bien”, me dije,
usa tus manos, pero sigue avanzando.
Cuando lleguĂ© a la cumbre no habĂa nadie más allĂ. QuerĂa llorar, gritar y saltar de arriba abajo. Pero no lo hice. Solo estaba en el punto medio.
PermanecĂ allĂ por un tiempo, observando las nubes azotarme a mi alrededor en el viento, vislumbrando los valles y las montañas de abajo cuando se separaron y luego volvieron a juntarse. Me sentĂ© y asimilĂ© todo. HabĂa llegado hasta aquĂ, pero tenĂa que seguir avanzando.
Cuando comencĂ© a bajar me di cuenta de que me sentĂa mejor. Tal vez fue la comida o simplemente la prisa por llegar a la cumbre, no lo sĂ©. Pero podrĂa volver a correr. PasĂ© junto a varias personas que habĂa visto en el camino. PasĂ© corriendo a los estadounidenses que me habĂan asegurado que estaba casi allĂ. EchĂ© un vistazo más a donde habĂa estado, luego me di vuelta y seguĂ avanzando, volviendo a donde habĂa comenzado.
La carrera por la montaña fue, en su mayor parte, más divertida que la carrera por ella. Mi dolor de cabeza desapareciĂł e incluso las empinadas bajadas parecĂan factibles. Solo tenĂa que seguir avanzando. Pero estaba harto de papas, galletas y frijoles deportivos. QuerĂa gofres, verduras y una cerveza. El sendero fangoso era más fácil de navegar a la luz del dĂa, pero los insectos estaban fuera con toda su fuerza. Tuve que correr solo para que no me mordieran.
ComencĂ© a cronometrarme, tratando de correr cada kilĂłmetro un poco más rápido que el anterior. Y esto me mantuvo ocupado por un tiempo, hasta que levantĂ© la vista y vi una cara en un árbol. Me detuve y mirĂ© durante mucho tiempo, sin creer que estaba viendo a un perezoso. Era demasiado alto para tomarle una foto, pero era un perezoso. ÂżNo? QuerĂa que se moviera para poder estar seguro. EsperĂ© y esperĂ©. PodrĂa haberse movido, no lo sĂ©. RecordĂ© haber escuchado en el planeta Tierra o en algĂşn lugar que los perezosos se mueven tan poco y tan lentamente que las plantas realmente crecen en ellos. Estaba perdiendo el tiempo. TenĂa que ser un perezoso. Y tuve que seguir avanzando.
Los Ăşltimos 5 kilĂłmetros de la carrera fueron un infierno. Todo duele. Me di cuenta de que habĂa perdido al menos una uña del pie y me palpitaba en el zapato. Mis rodillas y quads se sentĂan tambaleantes por los kilĂłmetros y kilĂłmetros de fuerte descenso. Ya ni siquiera podĂa pensar en papas. Pero estaba tan cerca. Lo Ăşnico que tenĂa que hacer era seguir avanzando. ComencĂ© a contar cada paso en voz alta y despuĂ©s de un rato, el conteo se volviĂł rĂtmico y meditativo y me quitĂł todo lo demás. Hasta que finalmente volvĂ a donde comencĂ©.
La meditaciĂłn de Alpenglow
Nadie estuvo alli. Nadie vitoreĂł. Nadie me preguntĂł quĂ© habĂa hecho ese dĂa cuando regresĂ© a mi hotel cubierto de barro, sudor y picaduras de insectos. QuerĂa decirle al tipo que me vendiĂł una pastilla de jabĂłn que acababa de subir y bajar Chirripo. QuerĂa decirle al cantinero que me entregĂł una cerveza que acababa de hacer esta locura sola. Cuando la camarera me trajo un gran plato de pasta y verduras, querĂa decirle que sentĂa que algo era diferente. Que estaba eufĂłrico y que habĂa cambiado. Pero nadie preguntĂł y todo lo que dije fue
gracias
No sĂ© si alguna vez tendrĂ© las palabras para la intensidad de esta experiencia. Por lo orgulloso que estaba de mĂ mismo por superar el dolor, la somnolencia, la oscuridad, el mal de altura. Cuán lejos de la diversiĂłn fue esa carrera, pero cuán increĂblemente feliz estaba despuĂ©s de terminarla. Algo sorprendente sucede cuando superas los lĂmites de lo que tu mente y tu cuerpo pueden manejar. Te desnuda. Te deja completamente expuesto y te permite conocerte de una manera que nunca podrĂas haber tenido de otra manera.
Y en algĂşn momento ese dĂa, algo cambiĂł dentro de mĂ. Todo lo que habĂa hecho durante trece horas era seguir adelante, incluso cuando era difĂcil y no querĂa y todo dolĂa. Y de eso se trata la vida. Solo tenemos que seguir avanzando, incluso cuando es doloroso. Quizás especialmente entonces. Eso es lo Ăşnico que tenemos que hacer. Y a veces, como en ChirripĂł, terminas justo donde empezaste, pero eres diferente cuando vuelves allĂ.
Lo que me di cuenta cuando me quitaron todo en esa carrera fue que esta es la persona que soy. Pero no soy débil. Puedo ser alguien abierto a las personas y que se inclina por ellos y que cree lo mejor de ellos incluso después de haber sido lastimado, y aún asà ser fuerte, independiente y capaz. Porque esto es lo que soy. Y puedo escalar montañas.
En busca de nuevas montañas (de Yosemite a Denali)